Historia

Desde la iglesia de San Miguel hasta la Glorieta de Joaquín Costa, la avenida principal de Graus, ha sido históricamente conocida como el Barranco. Con el tiempo, segmentado en tramos, y cada uno de ellos con su nombre, cambiante, el Barranco ha formalizado una unidad urbana, en la que más claramente se ha seguido la evolución y progreso vividos por Graus durante el último sigo y medio. La calle del Barranco, la sección central de la misma, continuaría con ese nombre permanentemente, y aún cuando en 1904 se propuso llamarla de Joaquín Costa, a lo que el león se negaría, incluso por escrito. El tramo final de la calle, desde el entorno de Santo Domingo, cambió en 1891 su denominación por el de calle de Salamero, Don José, pócer local nacido en la calle Barranco, en la aún conocida como casa de Paco el Catalán, y en la que lucía una placa póstuma que desapareció. Esa circunstancia, la que precisamente llevase el nombre de Salamero el trozo de calle en el que no estaba su cana natal provocó cierta controversia en 1930, cuando se planteó la necesidad de rotular los nombres de algunas calles. Por esos meses se discutía acerca de la reurbanización de las calles Barranco y Salamero, para las que se estudiaron distintos proyectos.


Durante todo el último cuarto del siglo XIX se produjo un intenso debate en torno al cerramiento de la porción de barranco que quedaba al descubierto. Las distintas candidaturas locales lo incluían como medida prioritaria en sus programas para las elecciones de 1893. Todas albergaban grandes expectativas acerca de las mejoras que la obra supondría para la población.
La fase última de las obras tuvo lugar durante el verano de 1906, cerrándose su desagüe. Tras ello, Vicente Castán relataba como la bóveda del barranco, de aspecto desagradable, había sido cubierta por completo así como el cauce de la acequia. A tiempo se acometió la obra, ya que en octubre de 1907 una gran avenida de agua invadía el barranco. En 1908 se tomaban nuevas medidas, al echar sobre la tierra una espesa y extensa capa de gravam para mayor limpieza y mejor conservación de la bóveda.
En 1926 se habían producido nuevas reparaciones de urgencia en algunos sectores de la bóveda, con cimentaciones obligadas por desperfectos de las crecidas. La glorieta, en mal estado y convertida en un barrizal cada vez que llovía, fue engravada.
Como consecuencia de los constantes trastornos producidos por las riadas y tormentas, el Ayuntamiento iniciaba los trámites para la definitiva urbanización de las calles Barranco y Salamero. En 1928 el Estado entregaba a la División Hidrográfica del Ebro las 19000 pesetas, que sumadas a otras tantas del Ayuntamiento, completaban el presupuesto para la obra de reparación de la bóveda, y que también había de alcanzar a su urbanización. Ese mismo año el arquitecto Fernando García Mercadal presentaba dos proyectos, uno conformado por una gran avenida y otro con un paseo central arbolado. El Ayuntamiento, influenciado por el peso de un arquitecto de su talla, aprobaba en julio de 1929 el proyecto del paseo central.
Pero con el relevo del equipo municipal en 1930, el nuevo Ayuntamiento, revocaría los acuerdos establecidos por la corporación anterior, y encargaría otro nuevo proyecto. Sobre los nuevos planos, realizados por el ingeniero Luis de Fuentes López, y considerando la importancia que venía adquiriendo el automóvil, se tomaba la decisión de trazar una gran avenida central. En 1931 aparecían en el Boletín Oficial de la Provincia las bases del concurso para la contrucción de aceras y pavimentación de las calles, siempre con una sujeción estricta a los planos del proyecto de la avenida confeccionados por el ingeniero.
Un proyecto tan importante polarizó a la población. El Ayuntamiento se apoyaba en un razonamiento práctico, que no estético. Los concejales salientes, y favorables al proyecto de paseo central, estaban muy críticos con la decisión municipal. También alegaban que el proyecto no llegaba a afectar a la calle General Mur, quedando los vecinos de esa parte sin reforma.


Con un nuevo cambio de gobierno, tras la llegada de la República, el Ayuntamiento acepta el proyecto reduciendo la anchura de las aceras, que pasaba de 4 a 2 metros, de modo que la reforma pudiera alcanzar la plaza de San Miguel, y resolviera en cualquier caso el problema del barro tras la lluvia. Para completar el presupuesto de estas obras, realizadas entre 1932 y 1933, se solicitó de los vecinos el pago de contribuciones especiales. Evidentemente el progreso dejó de ser una prioridad durante la guerra, por lo que no se realizarían obras en este espacio.
Aunque intermitentemente los árboles siempre han formado parte del paisaje del barranco y, de hecho, la calle Salamero fue antes conocida como paseo de la Arboleda. En los primeros años treinta, y probablemente a consecuencia de la reurbanización, desaparecieron la mayor parte de los árboles de las calles Barranco y Salamero, pero una nueva plantación durante los años cuarenta sería la que definitivamente ha llegado hasta nuestros días.


Graus siempre se ha distinguido por su talante comercial. Circunstancias geográficas e históricas han conformado su carácter, con una tradición ferial y mercantil muy arraigada. La calle Barranco serviría como escenario principal en la realización de las ferias, como la caballar de San Miguel, así como el lugar donde se establecerían la mayor parte de los comercios grausinos. Y eso sigue siendo en la actualidad.